El gesto del mercedario Cristian Fornari Olaverri residente en un pueblo cerca de Barcelona, llamó poderosamente la atención al traerse de Ucrania, ocho refugiados que terminaron albergados en un hotel cinco estrellas de Barcelona.
Ayer en diálogo con "El Despertador", relató las vicisitudes de su viaje que había planeado a escondidas de su esposa, hasta que todo estuvo pronto para lanzar la aventura.
Taxista de profesión y radicado hace años en la localidad de Caldetes, se conmocionó con las noticias e imágenes de la guerra y consideró que no podía estar ajeno de semejante drama, sin intentar al menos algo de su parte.
Así y tras haber logrado el apoyo de su mujer, inició un recorrido extensísimo que llevó primero a Milán, donde su amiga de muchos años Carolina Vera le alojó antes de continuar su viaje cargado con medicamentos, ropa y enseres para la población necesitada.
El viaje tuvo alternativas bien distintas a las que planificó y finalmente llegó a estar a cinco metros de la frontera con Ucrania, contactándose con ocho integrantes de una familia compuesta por el matrimonio y seis hijos, la menor de los cuales "cuando ví su carita, se me aflojaron las piernas".
A esa altura se había agregado a su viaje un amigo que no podía dejarlo al retorno, decidiendo subirlos a todos, ya que en total eran diez y la autorización máxima es de nueve.
Sin embargo, las durísimas sanciones que tiene la ley europea para quienes transpongan las fronteras con más ocupantes de los autorizados, fueron evitadas al expresar el profundo propósito que animaba esta suerte de aventura. El diálogo del regreso se hizo difícil, en razón del idioma que procuraron sortear mediante la utilización de teléfonos traductores.
Emocionado por haber dejado a salvo a los ocho ucranianos en un hotel cinco estrellas de Barcelona que les asegura tres comidas al día y la permanencia por largo tiempo, como ocurre con muchos establecimientos comerciales de Europa, relató a Crónicas su propósito de volver a realizar el extenso y cansador recorrido sólo impulsado por un fin humanitario.
Los padres de Cristian viven en Madrid también desde hace años y ha prometido llegar a Mercedes próximamente, un lugar que extraña particularmente, tanto como a los amigos que dejó.